Las Muneras
eran las peleas de los gladiadores en el Coliseo Romano. Estas fueron de gran
seducción para la plebe siempre justiciera y seguidora de sus gladiadores de
los cuales decidían quien debía morir o no y por lo tanto, quien debía seguir
en la arena. Pasados XXI siglos esto se traslada a la grada del Bernabéu, muy
dividida por dos de sus gladiadores: Casillas y Diego López.
Este último, a
pesar de estar cuajando grandes batallas no se le permite en el ruedo
absolutamente nada. Invadido el anfiteatro por casillistas, al gladiador
lucense le persigue la constante cruz de tener terminantemente prohibido
fallar, como si su vida dependiera de ello y es que a mi parecer, desde que el
Emperador Mourinho lo hiciera titular, solo ha recibido
abucheos por parte de la plebe, una auténtica injusticia. Como si fuera Diego
el vivo recuerdo del antiguo legado de su ya ex emperador José y que su
política hizo dividir al madridismo en el coliseo blanco.
Un hombre que siendo la sombra de esta legión no se gana a nadie
ni por muchas apariciones que tenga ni por muy callado que este, ni por mucho que
salga con vida ni por tantas veces salve la vida a sus compañeros, la grada
blanca seguirá machacándole hasta que falle, hasta que pueda juzgarlo y hasta
que pueda señalar con el dedo pulgar al suelo, dictando la suplencia de este. Llegará
un día en el que la suplencia se haga realidad, todo el coliseo se levante y
aplauda esa decisión, pero lo que dejará esta historia en el recuerdo es que
hubo un gladiador capaz de sobrevivir la crueldad de la arena y la incesante
presión de la grada.
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